Cuando sesenta segundos no son sesenta.







Me he dado cuenta que sesenta segundos no son siempre sesenta. He aprendido que si espero treinta segundos más, quizás obtenga lo que quiera -  aunque puede que no sea así - . Vivimos en una sociedad que nos prometió un mundo si sacrificábamos sesenta segundos. Cuando uno espera 30 segundos más y lo prometido no se alcanza; aparecen distintas formas de sentir 60 segundos.  Ahora hay quien está enfadado. Los impacientes también obtienen premios y los pacientes a veces se desesperan. Quien espera demasiado, puede perder el sentido de su reloj interno. El “ahora” es valioso, más de lo que piensas... Me he dado cuenta que puedes no tener tiempo y paradojamente no tener prisa, y a la vez sentir un arrebato de Carpe Diem. Es extraño como mesuramos el tiempo, acortarlo y alargarlo al mismo momento, suspender, pausar, acelerar, tomar las riendas, dejarse perder.
A mi manera 60 segundos se convierten en décimas de segundo. Para otros, son  una eternidad. Hay quien los valora y los vive, otros que los matan a puñetazos. Hay quien rígidamente expresa que las matemáticas son eso, solo 60 segundos, que no hay más. Alguien dijo alguna vez que el tiempo no está en tu cabeza, no obstante, la mente podría ser una estación Suiza con un bonito reloj. ¡Qué caos es dormir cuándo durante seis meses no sale el sol y no estás acostumbrado! El tiempo es oro, cuando queda poco y cuando queda mucho.


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